Nombre (s): Phaseolus vulgaris L. Var.?
Familia: Fabaceas
Hábitat: Origen Mesoamérica, cultivada.
extracto de «APUNTES para la HISTORIA de VEGAS del CONDADO» de Gregorio Boixo 1999 www.vegasdelcondado.com
«…se arrancaban a mano los fréjoles, y después de dejarlos orear unos días en la misma finca, se llevaban a la era a terminar de secar para apalearlos con horcas con el fin de que las vainas soltasen los fréjoles, que pasados por una ceranda quedaban limpios para meterlos en las quilmas y llevarlos a la panera. El resto de la planta se trillaba con alguna dificultad porque, por su naturaleza, no toda ella se secaba por igual y porque la climatología de septiembre era muy problemática. La paja, bien trillada, era un buen alimento proteico para las vacas durante el invierno. Los fréjoles antes de venderlos a los almacenistas de León había que seleccionarlos bien en casa durante las largas noches de invierno extendiéndolos criba a criba encima de la gran mesa de la cocina e ir quitando uno a uno los defectuosos, partidos o muy pequeños, que se aprovechaban para cebar los cerdos una vez cocidos. Esta cosecha era entonces casi el único recurso con que contaban para traducirla en dinero con que hacer frente a los pagos y compras de todo el año. Esta situación persistió hasta bien entrados los años 50 en que fue abandonándose su cultivo a causa del bajo rendimiento y de la competencia en precios con los nuevos regadíos del Páramo, que se especializó en esta leguminosa. Otra cosecha eran las alubias blancas y garbanzos, pero sólo se sembraban para el consumo de casa casi en exclusividad.
Andrés Gago con su nieta Mª Luisa Fernández limpiando fréjoles en las eras del Encinar en Devesa de Curueño
Autor: Desconocido
Fecha de creación: [ca 1952]
Conservador doméstico: Mª Luisa Fernández Gago
Fuente Territorio Archivo: http://www.fundacioncerezalesantoninoycinia.org/territorioarchivo/andres-gago-con-su-nieta-ma-luisa-fernandez-limpiando-frejoles-en-las-eras-del-encinar-en-devesa-de-curueno/
…Por ser una leguminosa procedente de América, no se conoció ni cultivó en Europa hasta el XVII o XVIII y durante los años de la guerra civil y la postguerra fue objeto prioritario de especulación para su venta de estraperlo a precios exorbitados a la población hambrienta de la capital y zonas mineras de León y Vizcaya. Durante estos 11 años todo agricultor tenía que declarar por escrito en unos impresos determinados, en el ayuntamiento, la superficie sembrada de cada especie de leguminosas y cereales. Llegada la cosecha de estos productos declaraba en otro impreso la cantidad obtenida; que tenía que estar en consonancia con la de la superficie sembrada. Del total de kilos cosechados y en el mismo impreso, en una casilla se anotaba una cantidad determinada para alimenta r a su familia, cantidad en kilos que estaba estipulada para cada persona como racionamiento anual. En otra casilla del impreso anotaba la cantidad que se reservaba para sembrar al año siguiente y el resto de la cosecha tenía que entregarla a Comisaría en las paneras que ésta tenía en Vegas y al precio estipulado por el Gobierno, que naturalmente era muy inferior al obtenido de estraperlo. Había que hacer bien los cálculos para que ambas declaraciones (la de la siembra y la de la cosecha) estuvieran en consonancia, porque si no cuadraban los números la sanción era ejemplar. Más de un agricultor tuvo que comprar de estraperlo fréjoles o cereales para que cuadraran los números en la declaración de la cosecha. Quien hizo la ley hizo la trampa y la solución estaba en declarar menos siembra y menos cosecha de la real, pero sin levantar sospechas, porque la segunda tenía que estar en relación con la primera. Entonces eran frecuentes las inspecciones a domicilio a la más ligera sospecha y entonces decomisaban lo ocultado y encima le imponían al agricultor una fuerte multa en metálico. Esta situación surrealista creó un hábito de defensa muy arraigado en el campo, que por otra parte venía desde muchos años atrás, de no declarar y ocultar la verdad, que ha persistido hasta el año 1986 en que entramos en la Unión Europea; circunstancia que ha invertido los términos, para ahora declarar más cosecha, más vacas, más ovejas o más de todo para obtener más subvenciones: Ver para creer.
Lo que nadie creía ni podía prever era que aquella práctica sistemática de ocultamiento había de tener, años más tarde, consecuencias negativas para el campo y sobre todo para la ganadería en el momento de nuestro ingreso en el Mercado Común Europeo en el año 1986. Como en el resto de Europa sobraba leche de vaca, desde años atrás habían impuesto un cupo de producción a cada ganadero de estos países comunitarios en consonancia con la que venía produciendo, y sobrepasado este cupo le imponían una sanción por litro de más con el fin de no tener que subvencionar para la exportación la sobrante a precios internacionales más bajos que los de la Unión Europea.
En estas estábamos cuando se inició nuestra entrada en dicho Mercado Común en el 86, y al establecer las condiciones no pudimos justificar los cerca de 6 millones de toneladas de litros de leche que en aquel momento estaban produciendo nuestros ganaderos españoles, sino los 4´5 que figuraban oficialmente, y éstos fueron los que nos asignaron para repartir entre todos los ganaderos de vacuno de España.
Cuando unos años más tarde se procedió a repartir este cupo total de España entre los ganaderos, muchos no pudieron justificar la realidad porque, o bien ellos o más bien la industria que les recogía la leche venían ocultando cantidades que se tradujeron en cupo de menos en el momento de su asignación individual. Esto ha frenado mucho a muchos ganaderos en la expansión de su explotación, porque por cada litro producido de más, tiene que pagar una sanción mayor que el valor del mismo en el mercado. Buena lección nos han dado estos europeos en decir la verdad, como Cristo nos enseña, pero también nos han enseñado a regular el mercado con el fin de que los precios no se disparen o derrumben, como ocurría antes con un producto tan perecedero como es la leche. Ello ha contribuido a que los pocos vecinos de Vegas que actualmente viven del campo sean exclusivamente ganaderos consolidados y progresistas.